Bueno, bonito y barato: La evolución del low cost
Analistas económicos actuales están debatiendo la evolución de las empresas pertenecientes a la categoría low cost, en base a que si bien están manteniendo unos precios por debajo de lo que cada sector exigía hace años de forma tradicional, ahora también están incluyendo servicios y estética más acorde a empresas de primer nivel.
Según es posible deducir de esta evolución, el primer paso de la entrada de un estilo low cost en un sector empresarial, es la reducción de precios sin importar ningún otro aspecto. Por tanto, en el sector de la moda por ejemplo vender ropa de temporadas anteriores (o incluso con taras) es algo que se hacía a las afueras de la ciudad. El cliente debía desplazarse, las tiendas parecían almacenes clandestinos y el servicio al cliente era mínimo o inexistente.
La evolución del low cost tiende, sin embargo, a cumplir con las 3 máximas del “bueno, bonito y barato“. Si lo de “barato” y “bueno” se conseguía de forma relativamente sencilla. Ahora se quiere vender “bonito”.
Los almacenes en las afueras se sustituyen por locales en el centro de la ciudad. La disposición en palés de ropa como si fuera alimento a punto de caducar, se ofrece con el mejor estilismo, en ubicaciones privilegiadas de la tienda. Y en lo que respecta al precio, éste nunca cambia, siempre se mantiene en los niveles más bajos posible.
En la moda ha sido fácil ver el cambio, pero no tan reseñable como lo ha sido en otros sectores. El más significativo de todos es aquél que trajo el término a la conversación social del día a día del ciudadano, las aerolíneas de bajo coste.
Empresas como Ryanair y similares han conseguido revolucionar todo el sector del transporte aéreo y forzar al resto de empresas a bajar sus precios, algo impensable hace apenas dos décadas cuando volar en avión era sinónimo de alto estatus social.
Sin embargo, ahora Ryanair, manteniendo unos precios rompedores, comienza a ofrecer reserva de asientos, tiene clase business y ha flexibilizado sus normas de uso en muchos sentidos. El objetivo no es otro que poder ofrecer un servicio al cliente más dedicado, con el que atraer a gente con mayor poder adquisitivo y que desee aprovechar las ventajas del servicio low cost, sin que por ello suponga una pérdida significativa de su experiencia de vuelo. De esta forma, las empresas low cost apuestan por clientes ahorradores y nuevos clientes que buscan algo más que un precio más económico.
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