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Cómo mejorar los hábitos de seguridad con respecto a las contraseñas

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Nuestros hábitos con respecto a las contraseñas, ya sea en nuestro entorno particular o en el empresarial, dejan bastante que desear. Pasan los años y las contraseñas más populares siguen siendo “123456” y “qwerty”…

¿Para qué sirve una contraseña? Básicamente es una herramienta para proteger nuestra información e impedir el acceso a la misma. Así que utilizar contraseñas muy simples como “abcde”, nuestro propio nombre, la fecha de nuestro cumpleaños, o incluso palabras normales apenas aporta seguridad, es como tener una puerta sin echar el cerrojo, cualquiera podría entrar y llevarse lo que quisiera.

La falta de creatividad a la hora de elegir nuestras contraseñas es utilizada en su favor y en nuestra contra por los hackers y sus herramientas de descifrado de contraseñas. Estos programas comienzan por valores resumen conocidos de las contraseñas más comunes. A continuación, van subiendo el nivel y trabajan con el denominado “ataque al diccionario”, que comprueba cada una de las palabras del diccionario. Seguidamente, prueba con combinaciones de las palabras, secuencias duplicadas y palabras seguidas por números. A continuación, si esto falla el atacante pasa al llamado “ataque por la fuerza bruta”, que consiste en probar secuencias arbitrarias de números, letras y caracteres una y otra vez hasta dar con la clave.

Una contraseña más larga será siempre más difícil de descifrar que una corta, incluso si la corta tiene una variedad mayor de caracteres. Para hacernos una idea, una contraseña de 6 caracteres a partir de los 95 símbolos presentes en un teclado inglés americano estándar produce 735.000 millones de combinaciones posibles. Puede parecer muchas pero se quedan en pocas comparadas, por ejemplo, con una contraseña de 10 caracteres a partir de todas las teclas en minúscula, que produce 141 billones de opciones.

Es muy importante no reutilizar las contraseñas: es una tendencia natural pero que se debe evitar. Los hackers saben que reutilizamos las contraseñas, así que una contraseña descifrada en un sitio puede dejar la puerta abierta para el resto.

Es decir, que necesitamos contraseñas cuanto más largas mejor a fin de hacerlas indescifrables y, además, una contraseña distinta para cada servicio. El usuario medio de Internet tiene 19 contraseñas diferentes.

Los programas informáticos a veces pueden ayudar pero en ocasiones tienen vulnerabilidades que los ciberatacantes pueden aprovechar. Para resolver estos problemas se invento la autenticación multifactorial, que supone el envío de un código a un teléfono móvil o el escaneo de una huella digital.